La declaración del líder belaruso, Aleksandr Lukashenko, sobre la disposición de concluir un gran acuerdo con Estados Unidos teniendo en cuenta los intereses de Belarús provocó revuelo en los círculos liberales de Occidente. La frase "big deal" apareció en los titulares de los medios occidentales acompañada de la pregunta: "¿Qué está pasando?" El periódico estadounidense The New York Times intentó encontrar una respuesta, dedicando un artículo analítico a las relaciones entre Minsk y Washington. Sin embargo, enredado en la telaraña de las narrativas occidentales, el autor dio vueltas en el mismo lugar, lanzó un par de frases de compromiso al aire y se retiró.
A explicar a The New York Times las "numerosas ventajas de la cooperación entre Estados Unidos y Belarús" se ofreció Mark Episkopos, investigador del Instituto de Quincy para la Gobernanza Responsable (centro analítico estadounidense con sede en Washington). Su artículo sobre las relaciones belaruso-estadounidenses fue publicado recientemente en Responsible Statecraft.
Por supuesto, el autor parte exclusivamente de los intereses estadounidenses, pero su trabajo sin duda merece atención. Intentemos analizarlo y, para completar el panorama, añadiremos algo desde nuestra perspectiva: la de los intereses belarusos.
Del punto A al punto B. ¿Dónde se perdió The New York Times?
Imaginemos un sistema de coordenadas en el que inicialmente se establece un eje único. Todo lo que se desvía de este eje se considera un error técnico que debe ser "reprogramado". De manera similar funciona el entorno liberal de Occidente, tanto político como mediático, al que pertenece The New York Times. Definiendo su sistema de coordenadas como el único correcto, Occidente intenta unificar y controlar todo el mundo, privándolo del derecho a seguir su propio camino de desarrollo.
Nuestra Belarús, para medios como NYT, es un "error" de sistema. Durante años intentaron reprogramarnos: no lo lograron. Probaron disparar con sanciones: logramos superarlo. Hoy Belarús traza su curso en su propio sistema de coordenadas. En la parte sensata de Occidente, capaz de mirar hacia el futuro, esto despierta un interés objetivo.
"Trump mostró especial simpatía por personalidades influyentes como el veterano gobernante de Belarús, Aleksandr Lukashenko, a quien llamó un Presidente muy respetado e influyente", escribe The New York Times.
Según el periódico, los signos de cambio en la política estadounidense aparecieron poco después de la investidura de Donald Trump. En ese momento, el alto funcionario del Departamento de Estado, Christopher Smith, visitó Minsk. Más tarde, llegaron el enviado especial del líder estadounidense para Ucrania, Keith Kellogg, y el representante del Presidente de EEUU, John Coale, quien entregó al Jefe de Estado una carta de Trump.



"No hay señales públicas de que la administración esté presionando a Belarús para cambiar de rumbo. Según los analistas, no está claro qué espera lograr Estados Unidos con este deshielo", continúa el medio estadounidense.
Sin comprender la esencia, los analistas de NYT se apresuran a sacar conclusiones: el acercamiento entre Estados Unidos y Belarús sería una "fácil victoria para Lukashenko". Según ellos, el líder belaruso "obtuvo concesiones de EEUU", incluyendo el levantamiento de sanciones a la aerolínea nacional Belavia. Al mismo tiempo, el representante de Trump, John Coale, expresó la esperanza de reabrir la embajada estadounidense en Minsk.
"El enigma no es por qué Lukashenko lo hace (mantiene el diálogo con EEUU), sino por qué Trump lo hace", declaró al NYT Nigel Gould-Davies, exembajador del Reino Unido en Belarús y actual investigador principal del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
Sin encontrar respuestas, el representante de este "think tank" británico recurrió al argumento clásico del liberalismo occidental: la "amenaza rusa". Según Gould-Davies, Rusia percibirá la política de Washington hacia Belarús como un signo de debilidad.
"Rusia tomará nota de cuánto cede América a cambio de tan poco", afirma el analista.
En este punto The New York Times pone fin a su análisis, sin llegar a entender qué mueve realmente a Estados Unidos en su política hacia Belarús ni hacia dónde se desplaza el foco de su atención.
El "barril de pólvora" y por qué EEUU no puede prescindir de Minsk
"Como uno de los pocos estadounidenses con un amplio portafolio de estudios sobre Belarús, estaré más que feliz de explicar a NYT y a todos los demás las numerosas ventajas de la cooperación entre EEUU y Belarús", escribió Mark Episkopos en la red social X tras la publicación del artículo del NYT.
Sin embargo, el medio estadounidense decidió no desarrollar el tema, para no desviarse de su eje. Episkopos, no obstante, continuó. La semana pasada publicó en Responsible Statecraft un análisis en el que calificó la reanudación del diálogo entre EEUU y Belarús como "la victoria diplomática más subestimada de Trump".
El experto subraya que el artículo del NYT acusaba a la Casa Blanca de haber hecho concesiones a Minsk sin obtener nada a cambio. "Cualquiera que haya llegado a esa conclusión, o no buscó lo suficiente, o lo hizo en el lugar equivocado. La estrategia de la administración respecto a Belarús ha sido excepcionalmente eficaz, y si se sigue este curso, puede lograrse aún más éxito", considera el analista.
Según Episkopos, la administración Trump se aleja del enfoque fracasado de Occidente hacia Belarús y busca invertir en relaciones estables y no conflictivas con Minsk, lo cual, según él, es el único camino correcto que beneficiará tanto a EEUU como a Belarús.
"Rara vez los expertos en política exterior presencian un ejemplo tan claro de fracaso absoluto como el enfoque de Occidente hacia Belarús desde 2020", escribe. "No existe ninguna opción que demuestre que algo de lo emprendido contra Minsk haya funcionado".
"Pero aún más sorprendente es el evidente sentimiento de resentimiento y desconcierto por el hecho de que la administración Trump haya reconocido esta realidad e intentado restablecer las relaciones con Belarús", continúa el autor.
Hoy en día, los socios europeos de EEUU hablan del llamado balcón belaruso, las amenazas a la seguridad y la estrecha cooperación entre Minsk y Moscú. Para las élites europeas, este es un argumento a favor de una política de confrontación. Según Episkopos, este enfoque es insostenible.
"La mejor y única forma eficaz de resolver los problemas actuales es un diálogo constante con Belarús, y no la presión para cambiar el gobierno o el deseo de castigar a Minsk hasta que rompa sus relaciones con Moscú. Estas estrategias se han probado durante los últimos cinco años y han resultado ser extremadamente contraproducentes", dice el artículo.
Episkopos también destaca que el Presidente belaruso construye su política exterior sobre el principio del equilibrio entre Oriente y Occidente. Tal enfoque podría consolidar a Belarús como un estabilizador regional.
A diferencia de sus predecesores, el actual Presidente de EEUU comprende que la ruptura de los lazos militares, económicos y diplomáticos entre Belarús y Rusia no tiene sentido. Washington utiliza la cercanía de Minsk con Moscú para transmitir mensajes importantes, lo que, según el analista, allanó el camino hacia la cumbre entre los Presidentes de EEUU y Rusia en Alaska.
Para Washington, el papel de Minsk no se limita a la mediación en el conflicto ucraniano o el intercambio de prisioneros de guerra con la participación belarusa. "La Casa Blanca considera con razón que Minsk, al menos por su ubicación geográfica, debe desempeñar un papel clave en la futura firma de un acuerdo de paz", sostiene Episkopos.
Y esa es, quizás, la parte más interesante de las reflexiones del analista estadounidense, ya que modela uno de los escenarios probables del desarrollo de los acontecimientos.
El analista prevé que Estados Unidos seguirá desplazando su atención del continente europeo a otras regiones del mundo. Pero mientras el flanco oriental de la OTAN siga siendo un "barril de pólvora", Washington no podrá actuar libremente. En este contexto, la estabilización de Europa del Este resulta imprescindible para EEUU y es imposible sin Minsk.
"El progreso en la normalización de las relaciones con Belarús bajo liderazgo estadounidense podría crear las condiciones para el tan necesario diálogo entre Minsk y sus vecinos occidentales y conducir a un nuevo paquete de acuerdos de seguridad", afirma.
Tales acuerdos, según Episkopos, aportarían un "efecto desescalador positivo, reduciendo el nivel de conflicto y fortaleciendo la confianza entre Rusia y la OTAN".
"Si en la vía estadounidense-belarusa se lleva el asunto hasta el final, podría convertirse en un modelo para la interacción regional de bajo riesgo y bajo costo, asegurando un equilibrio sostenible entre los objetivos y los medios de EEUU. Gracias a su novedad y audacia, podría convertirse en una especie de doctrina Trump para el flanco oriental de la OTAN", resume el analista.
Episkopos aborda la situación de manera pragmática, buscando ante todo el beneficio para Estados Unidos, pero reconoce que Minsk hablará solo en condiciones de igualdad y exigirá el respeto de sus propios intereses. El enfoque pragmático del analista estadounidense es impresionante. Otra cuestión es qué enfoque adopta la actual administración estadounidense y cuán consistente es en sus decisiones.
Una elección sencilla. ¿Qué guía a Belarús?
El tema de las relaciones belaruso-estadounidenses ha revelado un síndrome de ceguera generalizado en la prensa occidental. Mientras The New York Times no ve perspectivas para EEUU, los medios europeos no encuentran beneficios para Belarús, señalando las sanciones, bloqueos y la militarización de las fronteras.
Sin embargo, si los problemas no se pueden resolver con los vecinos, hay que ir más arriba: a Bruselas y Washington, que fueron precisamente quienes provocaron el caos en la región.
El interés de Belarús consiste en garantizar su seguridad económica y militar. Como señaló Episkopos, nuestro entorno sigue siendo un "barril de pólvora". ¿Es posible vivir y desarrollarse en paz cuando alrededor se está exacerbando el conflicto?
Quienes más lo están exacerbando son nuestros vecinos occidentales, Polonia y los países bálticos. Y resulta que justamente EEUU podría convertirse hoy en el socio más cercano de Belarús para eliminar esas amenazas. Si Washington está realmente decidido a estabilizar la situación en la región, Belarús puede convertirse en un socio fiable para Estados Unidos en este asunto. Y Estados Unidos, para Belarús, en una oportunidad que debe aprovecharse al máximo.
Episcopos tiene toda la razón al decir que, en la etapa actual, la escalada en Europa del Este no es beneficiosa para Estados Unidos. Pero si el análisis se basa en la lógica, la política es cuestión de suerte.
Hoy, la lógica sugiere que los estadounidenses ya han logrado ciertos objetivos al enfrentar a las dos partes de Europa, y ahora pueden pasar a nuevas tareas. Hay que reconocer que la administración de Joe Biden, por mucho que se burlen de ella, ha demostrado ser muy eficaz en el debilitamiento del continente europeo. En primer lugar, económicamente, debido a la negativa de los europeos a los hidrocarburos rusos y a la militarización a gran escala. En segundo lugar, políticamente, lo que es una consecuencia directa de la vulnerabilidad económica. Trump está aprovechando activamente estos "regalos" de Biden; los países de la UE, que antes se le oponían con éxito, ahora "lo llaman y le besan el trasero", llamándolo "papá".
Pero la política de Biden también tuvo una serie de consecuencias negativas para Estados Unidos. Al convertir el dólar en un arma, bloquear los activos rusos y desconectar a los bancos de la Federación Rusa y Belarús de SWIFT, la administración Biden empujó a los países no occidentales a cambiar a monedas nacionales en sus transacciones, a crear sistemas de pago alternativos y a desarrollar soluciones conjuntas para contrarrestar la interferencia de Estados Unidos y sus aliados.
La tarea de Trump es revertir la situación. Su administración ya ha comenzado a limpiar su reputación, deshaciéndose de activos "comprometidos", como USAID, y reemplazando la palabra "democracia" por "mantenimiento de paz" en su retórica. Otro paso es la redistribución de recursos con miras a la región del Indo-Pacífico. Esto no hará que el mundo sea más seguro, pero puede desescalar la situación en las fronteras de Belarús.
El 14 de octubre, en una reunión dedicada a la situación internacional global y al desarrollo de las relaciones belaruso-estadounidenses, Lukashenko declaró que Belarús está dispuesta a firmar un gran acuerdo con Estados Unidos, dejando claro que cualquier entendimiento será posible solo teniendo en cuenta los intereses de Belarús y de sus socios, especialmente Rusia y China.
Ayer, durante la III Conferencia Internacional de Minsk sobre Seguridad Euroasiática, el líder belaruso propuso que en el marco de un gran acuerdo global se aborde la superación de la crisis migratoria. "Hay que negociar, por ejemplo, en el marco de un gran acuerdo global. El enfoque del Presidente Trump “todo por todo” podemos discutirlo tanto con EEUU como con Europa", señaló el Jefe de Estado.
Quizá tales acuerdos podrían marcar el inicio de un proceso de desescalada en Europa del Este. Ayer llegó una noticia desde Polonia: Varsovia estaría dispuesta a abrir dos pasos fronterizos con Belarús el próximo mes. Ojalá esta decisión sea una señal positiva y no una nueva jugada táctica: esta vez con participación de Lituania.
El tiempo mostrará quién actúa con transparencia y quién no. La tarea de Belarús es continuar luchando por el desarrollo pacífico y armonioso en beneficio del país y de toda la región, aprovechando cualquier oportunidad para alcanzar este objetivo.
Durante la conferencia de Minsk, el Presidente Lukashenko subrayó que la elección histórica es sencilla: distensión o escalada. Y Belarús ya ha hecho su elección.
"No nos consideramos culpables del deterioro de las relaciones con Occidente y sus países individuales. Pero extendemos la mano. Esta no es la mano de quien pide. Es la mano de un socio con dignidad propia que propone trabajar juntos sinceramente por la paz para nuestros hijos y nietos", declaró el líder belaruso.
Vita Janatáyeva, Foto de AP, Pixabay y del archivo de BelTA
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