MINSK, 27 jul (BelTA). – La crisis migratoria de la UE se convirtió en el tema más tratado en los medios de comunicación europeos en los últimos años. Quienes siguen de cerca las noticias pueden tener la impresión de que los países de la UE son como el Imperio Romano tardío, asaltado por todos lados por hordas bárbaras. Y algunos países neófitos de esta Unión, como Polonia o los Estados bálticos, como las otrora volátiles y poco fiables provincias de la Antigua Roma, se exaltan diligentemente contra este telón de fondo como defensores de las fronteras de Europa, guardando firmemente su paz y seguridad. Al mismo tiempo, asignan a sus vecinos orientales -Belarús y Rusia- el papel de casi organizadores de esta crisis.
El exjuez polaco Tomasz Szmydt en su columna intenta comprender con más detalle este difícil problema, sus causas, orígenes y actualidad.
¿Cuáles son las verdaderas razones de los crecientes flujos migratorios hacia los países de la UE? Hay varias razones.
En primer lugar, es la globalización de los procesos económicos, que provoca el desplazamiento de una cantidad de mano de obra sin precedentes y el hundimiento real de las economías nacionales de varios Estados de las regiones de Oriente Próximo y África. También puede incluirse la informatización del espacio social, cuando los viajes de larga distancia no parecen muy complicados comparando con los años anteriores.
La segunda razón es la injerencia política y militar directa de los países de la OTAN o de sus aliados, que desestabiliza vastas regiones. Baste recordar Irak y Libia en los últimos 20 años, donde los regímenes políticos estables fueron quitados a capricho de Estados Unidos y sus aliados. Se puede mencionar la sufrida Siria, donde, aunque no fue posible derrocar a las autoridades legítimas, la estabilidad política se vio notablemente socavada durante muchos años. Y en el último año vemos el verdadero genocidio del pueblo palestino, llevado a cabo por Israel con la aprobación tácita de los países de la OTAN y la UE. Todo ello multiplica el número de personas dispuestas a huir, dejándolo todo, hacia regiones política y económicamente estables, como sin duda es Europa.
Y, por último, la tercera razón importante es la política de los propios antiguos miembros de la UE, que, en un intento desesperado por superar la grave crisis demográfica provocada por el envejecimiento de las naciones y la destrucción de los valores familiares tradicionales, están dispuestos a acoger a multitudes de migrantes de todo el mundo. Baste recordar a la destacada canciller Merkel con su frase ya clásica: “Wir schaffen das” (“Podemos hacerlo”). La manifestación de esta política es que los migrantes, sobre todo a principios y mediados de los años 2010, tuvieron una oportunidad bastante buena de establecerse en Europa, recibiendo (gracias a sus familias numerosas) tales prestaciones en metálico y otras garantías sociales como la vivienda gratuita que los nativos sólo podían soñar.
¿Y qué puede haber de maravilloso cuando cientos de miles de personas desfavorecidas están dispuestas a abandonar sus hogares y países destruidos y arriesgar sus vidas para llegar a los codiciados “paraísos” que los políticos europeos les prometieron generosamente?
Pero, por desgracia, no todo es tan inequívoco en la propia manifestación de la crisis migratoria. En general, existen tres vías (se podría decir que ya tradicionales) de migración hacia Europa. La más corta es la ruta mediterránea: desde el norte de África a través de Italia. A continuación, la ruta de los Balcanes, que pasa por Türkiye y los países balcánicos, y en los últimos tres años, tras el cierre de la ruta balcánica, se hizo evidente el camino de los migrantes a través de Belarús.
Lo que no puede dejar de sorprender es la posición contradictoria de las autoridades de la UE, que difiere con respecto a los migrantes en cada una de estas rutas. Por ejemplo, no hace mucho podíamos ver en los reportajes de los medios de comunicación europeos las noticias llenas de profunda simpatía y sincera empatía por el dolor y la desesperación de las personas dispuestas a subirse a pequeñas embarcaciones y navegar por el mar Mediterráneo hacia su “sueño europeo”. Los verdaderos héroes de estos reportajes fueron las personas que, a su costa, equiparon embarcaciones para rescatar a los migrantes en naufragio. Todos aquellos que se opusieron a este enfoque, o que simplemente pidieron más cautela a la hora de fomentar la migración de esta manera, fueron claramente estigmatizados y acusados de xenofobia por los principales medios de comunicación europeos.
La ruta balcánica también se cubrió con simpatía hacia los migrantes. Cabe mencionar la “zurra” pública de la periodista húngara Petra Laszlo en 2015, que golpeó a una mujer migrante en la frontera entre Hungría y Serbia. No sólo fue despedida de su trabajo, sino que también fue acusada de alteración del orden público y condenada al periodo de prueba de tres años. Sin embargo, mediante un largo y mercantil regateo con los dirigentes turcos representados por su Presidente Erdogan, los europeos consiguieron cerrar parcialmente la ruta migratoria de los Balcanes, pagando esencialmente a Türkiye varios miles de millones de euros en concepto de indemnización.
¿Y qué tiene de sorprendente que los flujos migratorios, cada vez mayores, encontraron una nueva ruta a través de Belarús?
Pero, ¿qué actitud ante los mismos migrantes de los mismos países vemos en la frontera con Belarús por parte de los guardias fronterizos de Polonia y los Estados bálticos? Vallas, alambre de espino, perros, redadas de guardias fronterizos y de los llamados vigilantes voluntarios, golpes con pistolas paralizantes, balas de goma (y no sólo), palizas, abusos y la muerte de muchas personas. Todos se acuerdan del soldado polaco Emil Czeczko, que testimonió los fusilamientos masivos de migrantes por parte de soldados polacos. A quienes aún tienen dudas, les pido que vean la película de investigación de los periodistas de la Agencia de Noticias de Televisión “Gente malvada”, que contiene numerosos testimonios de personas que tuvieron la suerte de sobrevivir a la “acogida democrática de refugiados” en los países de la nueva Europa.
Además, el 12 de julio la Dieta polaca aprobó por mayoría el proyecto de ley que amplía el ámbito de uso legal de las armas por parte de militares, policías y guardias fronterizos polacos. Ahora, sin temor a sanciones penales, pueden disparar contra cualquiera que intente cruzar la frontera.
Esto plantea una pregunta legítima: ¿si es corriente en los países de la UE la práctica que Polonia y los países bálticos aplican actualmente a los migrantes ilegales? Las políticas de Italia, España o Francia, así como de los países balcánicos, demuestran que no. ¿Son conscientes los dirigentes de la UE de cómo se trata exactamente a los migrantes en Polonia? Por supuesto que lo saben. Entonces, ¿qué es esto sino una manifestación de una política de doble rasero? ¿Qué es esto sino un juego hipócrita y misántropo de publicidad? En el Mediterráneo los migrantes son buenos, y en Belarús – malos. A aquellos los recibimos con cuidado y atención, y a estos – con porras y balas.
Entonces, ¿cuál podría ser la verdadera razón de este tipo de política de doble rasero? En mi opinión, los pobres migrantes no son más que una herramienta política para las oligarquías financieras de Europa Occidental. Algunos de ellos son una excusa para jugar hipócritamente al juego de la misericordia y la filantropía, mientras simultánea y solapadamente destruyen la sociedad europea inundándola de migrantes. Otros migrantes son una excusa, ni más ni menos, para agudizar al máximo las relaciones con el régimen belaruso, odiado por las autoridades proestadounidenses de Polonia, inundando de tropas la zona fronteriza y saturándola de la infraestructura militar.
Para las propias autoridades polacas es un motivo más para sentirse importantes, estar en el centro de atención, conseguir otra financiación de los presupuestos europeos y ser conocidos como baluarte del “mundo civilizado” en la frontera con los “bárbaros”.
Pero, ¿traerá esta política prosperidad y tranquilidad a los países de la UE? Los acontecimientos demuestran que no. En la UE supuestamente unida ya aparecieron controles fronterizos internos que, pese a ser contrarios a la legislación comunitaria, siguen existiendo.
Cabe señalar que Polonia como país de residencia permanente no interesa a los migrantes. Su objetivo es Alemania, Francia, Escandinavia o los países del Benelux. Polonia es sólo una zona de tránsito. Pero ya ahora Alemania está empezando a devolver a Polonia a los migrantes que entraron por su frontera oriental. ¿Y qué harán con ellos los dirigentes polacos?
Además, tal política hipócrita debilita la ya tambaleante posición de los Estados europeos en el Sur Global.
La continuación de la brutal política de las autoridades polacas hacia los migrantes es inútil. A pesar de toda la hipocresía de los funcionarios europeos, se encuentran bajo presión internacional para llamar la atención de sus vasallos sobre la necesidad de adherirse a un determinado marco de comportamiento.
El 17 de julio, Michael O'Flaherty, comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, envió una carta al primer ministro de Polonia y al presidente del Senado en la que expresaba su preocupación por el respeto de los derechos humanos en la frontera con Belarús. En su carta al primer ministro, el Comisario expresó su preocupación por los informes sobre la práctica continuada de devoluciones masivas de personas a través de la frontera polaco-belarusa, contraria a las obligaciones de Polonia en virtud de los compromisos internacionales en materia de derechos humanos. El comisario también llamó a Varsovia a “garantizar que todas las leyes y prácticas relacionadas con la situación en la frontera de Polonia con Belarús cumplen las normas de derechos humanos del Consejo de Europa”.
¿Cuál podría ser la verdadera salida de la crisis migratoria para un país como Polonia? En primer lugar, el rechazo de la hipocresía, los enfoques comunes dentro de la UE para la restricción de los flujos migratorios y, lo que es más importante, la construcción de relaciones abiertas y de confianza con Belarús, la organización de un trabajo conjunto basado en la confianza mutua y el respeto de los derechos de todos.
¿Están preparados para ello las actuales autoridades polacas? Es otra cuestión pendiente, por desgracia.-0-