BRASILIA, 21 jun (BelTA -Prensa Latina) - “Sólo sé que nada sé” es la
máxima filosófica más popular de todas, aunque muchos no saben que esta
se atribuye al filósofo Sócrates. Sin embargo, ni Platón, ni Jenofonte,
mucho menos Aristófanes, quienes registraron los diálogos y crónicas de
Sócrates, le atribuyeron esta máxima en sus escritos.
Colaborador de Prensa Latina
“Sólo sé que nada sé” es una paráfrasis de los motivos que llevaron a Sócrates a seguir el camino en busca de saber lo que las personas sabían sobre los más diversos temas relacionados con el plano material.
Haber dicho o no exactamente esas palabras no las hacen menos suya; por el contrario, sirven para ilustrar sus ideas, al estilo de Hesíodo y Homero -ambas figuras cuyas existencias son cuestionadas por la historiografía- quienes usaron historias míticas y mitológicas de dioses y héroes para enseñar valores éticos y morales a la humanidad. Pero, ¿qué tiene que ver la antigua Grecia con Che Guevara y sus frases? Publiqué, en memoria del aniversario de Che Guevara, la frase “hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás”, y muchos cuestionaron si Che realmente dijo esa frase.
Verás, Sócrates o Che no son los únicos en ser cuestionados por la autoría de sus frases… a Mahatma Gandhi se le atribuye la frase “antes de cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”, pero fue escrita en realidad por Tolstói, un escritor ruso a quien el indio tanto admiraba y con quien incluso se relacionó a través de cartas.
Antes de Tolstói, esa frase, de forma diferente, fue dicha por algunos epicúreos, y antes que ellos, por el propio Jesucristo. Pero sería justo, siguiendo la misma lógica de cuestionar la autenticidad de Che, también cuestionar el plagio de Gandhi, Tolstói, los epicúreos y del propio Jesucristo. Al fin y al cabo, Sidarta Gautama, más conocido como Buda, enseñó “antes de cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo” unos siglos antes de Jesús.
Cuando estuve en Cuba, en enero de 2024, tuve el placer de disfrutar del método cubano de incentivo a la educación, llenando las estanterías de las librerías en todo el país con libros a precios simbólicos, mucho más baratos que un pan para los cubanos.
Así, adquirí, entre las decenas que traje, el libro del autor e historiador Julio M. Llanes, “Che: entre la literatura y la vida”. En este libro, el autor repasa todos los escritores preferidos de Che, tales como: Neruda, London, Verne, Cervantes, Goethe, Tolstói, Dostoyevski, Gorki, Marx, Engels, Lenin, Sartre y Hemingway, entre otras decenas.
Lo que Llanes nos enseña es que todos estos autores moldearon el pensamiento, el carácter e incluso la persona de Che Guevara, y que era costumbre del guerrillero citar en ciertas ocasiones algunas de las frases que le marcaron momentos específicos, como cuando recibió un disparo en el cuello al desembarcar en Cuba y se recostó en un árbol creyendo que moriría allí, como en un cuento de London.
Por suerte, la vida de Ernesto Guevara me ha influenciado en muchas cosas: la pasión por los viajes mochileros, el sentido de justicia y la lucha socialista, pero, sobre todo, por la literatura.
Muchos de sus autores preferidos también son los míos, así que podría citar decenas de ocasiones en que las palabras del eterno comandante se refieren a ciertos escritores, como su última frase, atribuida a él en el momento de su ejecución, “prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.
A lo largo de la historia, se ha atribuido esta frase a muchos personajes, pero en realidad está escrita en “Por quién doblan las campanas”, de Ernest Hemingway. Sin embargo, no por eso debemos dejar de atribuírsela también a Che.
En el último discurso del presidente Lula, antes de entregarse a la “injusticia” y ser encarcelado, mencionó dos frases muy simbólicas de Che. Escuchar esas frases me hizo entender que Lula había leído los escritos del guerrillero, y que de cierta manera, en el propio Lula habita un poco de Che, así como en Che habitan un poco de Neruda, London, Verne, Cervantes, Goethe, Tolstói, Dostoyevski, Gorki, Marx, Engels, Lenin, Sartre y Hemingway, entre otras decenas.
Che Guevara, al igual que todos los otros nombres que han pasado a la eternidad, se ha convertido en uno de los dioses de Hesíodo o héroes de Homero; en su vida reside algo mítico y místico que sirve para enseñarnos un poco sobre los valores éticos y morales que debemos despertar en lo más profundo de nuestra propia existencia. Lo que dijo o no dijo, es una mera reducción de la fuente inagotable de conocimiento que el comandante aún puede ofrecernos.
Por lo tanto, endurecerse, pero sin jamás perder la ternura, es algo que debemos aprender a usar. No importa si la frase salió o no de su boca; fue exactamente endureciéndose sin perder la ternura como Che vivió su vida, y de esa forma, aquellos que se aferran al reduccionismo deberían aprender un poco más sobre quién fue Che Guevara y leer un poco más sobre los autores que ayudaron a moldear su sentido crítico y su persona. Tal vez así tengamos una sociedad más culta, más activa políticamente y menos reduccionista.
Colaborador de Prensa Latina
“Sólo sé que nada sé” es una paráfrasis de los motivos que llevaron a Sócrates a seguir el camino en busca de saber lo que las personas sabían sobre los más diversos temas relacionados con el plano material.
Haber dicho o no exactamente esas palabras no las hacen menos suya; por el contrario, sirven para ilustrar sus ideas, al estilo de Hesíodo y Homero -ambas figuras cuyas existencias son cuestionadas por la historiografía- quienes usaron historias míticas y mitológicas de dioses y héroes para enseñar valores éticos y morales a la humanidad. Pero, ¿qué tiene que ver la antigua Grecia con Che Guevara y sus frases? Publiqué, en memoria del aniversario de Che Guevara, la frase “hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás”, y muchos cuestionaron si Che realmente dijo esa frase.
Verás, Sócrates o Che no son los únicos en ser cuestionados por la autoría de sus frases… a Mahatma Gandhi se le atribuye la frase “antes de cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”, pero fue escrita en realidad por Tolstói, un escritor ruso a quien el indio tanto admiraba y con quien incluso se relacionó a través de cartas.
Antes de Tolstói, esa frase, de forma diferente, fue dicha por algunos epicúreos, y antes que ellos, por el propio Jesucristo. Pero sería justo, siguiendo la misma lógica de cuestionar la autenticidad de Che, también cuestionar el plagio de Gandhi, Tolstói, los epicúreos y del propio Jesucristo. Al fin y al cabo, Sidarta Gautama, más conocido como Buda, enseñó “antes de cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo” unos siglos antes de Jesús.
Cuando estuve en Cuba, en enero de 2024, tuve el placer de disfrutar del método cubano de incentivo a la educación, llenando las estanterías de las librerías en todo el país con libros a precios simbólicos, mucho más baratos que un pan para los cubanos.
Así, adquirí, entre las decenas que traje, el libro del autor e historiador Julio M. Llanes, “Che: entre la literatura y la vida”. En este libro, el autor repasa todos los escritores preferidos de Che, tales como: Neruda, London, Verne, Cervantes, Goethe, Tolstói, Dostoyevski, Gorki, Marx, Engels, Lenin, Sartre y Hemingway, entre otras decenas.
Lo que Llanes nos enseña es que todos estos autores moldearon el pensamiento, el carácter e incluso la persona de Che Guevara, y que era costumbre del guerrillero citar en ciertas ocasiones algunas de las frases que le marcaron momentos específicos, como cuando recibió un disparo en el cuello al desembarcar en Cuba y se recostó en un árbol creyendo que moriría allí, como en un cuento de London.
Por suerte, la vida de Ernesto Guevara me ha influenciado en muchas cosas: la pasión por los viajes mochileros, el sentido de justicia y la lucha socialista, pero, sobre todo, por la literatura.
Muchos de sus autores preferidos también son los míos, así que podría citar decenas de ocasiones en que las palabras del eterno comandante se refieren a ciertos escritores, como su última frase, atribuida a él en el momento de su ejecución, “prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.
A lo largo de la historia, se ha atribuido esta frase a muchos personajes, pero en realidad está escrita en “Por quién doblan las campanas”, de Ernest Hemingway. Sin embargo, no por eso debemos dejar de atribuírsela también a Che.
En el último discurso del presidente Lula, antes de entregarse a la “injusticia” y ser encarcelado, mencionó dos frases muy simbólicas de Che. Escuchar esas frases me hizo entender que Lula había leído los escritos del guerrillero, y que de cierta manera, en el propio Lula habita un poco de Che, así como en Che habitan un poco de Neruda, London, Verne, Cervantes, Goethe, Tolstói, Dostoyevski, Gorki, Marx, Engels, Lenin, Sartre y Hemingway, entre otras decenas.
Che Guevara, al igual que todos los otros nombres que han pasado a la eternidad, se ha convertido en uno de los dioses de Hesíodo o héroes de Homero; en su vida reside algo mítico y místico que sirve para enseñarnos un poco sobre los valores éticos y morales que debemos despertar en lo más profundo de nuestra propia existencia. Lo que dijo o no dijo, es una mera reducción de la fuente inagotable de conocimiento que el comandante aún puede ofrecernos.
Por lo tanto, endurecerse, pero sin jamás perder la ternura, es algo que debemos aprender a usar. No importa si la frase salió o no de su boca; fue exactamente endureciéndose sin perder la ternura como Che vivió su vida, y de esa forma, aquellos que se aferran al reduccionismo deberían aprender un poco más sobre quién fue Che Guevara y leer un poco más sobre los autores que ayudaron a moldear su sentido crítico y su persona. Tal vez así tengamos una sociedad más culta, más activa políticamente y menos reduccionista.