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29 Octubre 2020, 17:12

Espinas en la siembra pacífica del entorno ruso

MOSCU, 29 oct (BelTA - Prensa Latina). - Rusia se esfuerza por sembrar un entorno pacífico con procesos de integración a su cargo, pero las espinas creadas por Occidente crecen con eventos de desestabilización y campañas difamatorias en su contra.

El efecto de la pandemia de Covid-19 aminoró, pero estuvo lejos de parar el proceso de integración con entidades como la Unión Económica Euroasiática (UEE) o la colaboración en la Organización de Cooperación de Shanghái o el refuerzo de la alianza estratégica con China.

Sin embargo, en contra de esos intentos por crear una vecindad pacífica surgen eventos que, si bien no siempre pueden asociarse con acciones de Occidente, podrían dañar la llamada esfera de influencia de Moscú en el espacio postsoviético.

En menos de tres meses, se registraron protestas violentas y provocaciones en Belarús, tras las presidenciales del 9 de agosto; estalló nuevamente el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán en torno a Nagorni Karabaj y se produjo una crisis política violenta en Kirguistán.

Casualmente, Belarús, Kirguistán y Armenia forman parte de la UEE y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Ambas formaciones constituyen el núcleo fuerte de la referida integración en el espacio postsoviético. En la crisis política belarusa, Moscú posee intereses directos pues Rusia forma con la vecina nación un estado unificado, de lo cual se derivan compromisos comunes.

Además, como afirmó recientemente el presidente Vladimir Putin, la citada crisis es un ejemplo de la abierta y descontrolada injerencia de Occidente en asuntos internos de otros países, al anunciar asignaciones financieras para apoyar las protestas de la oposición.

Todo ello ocurre cuando el ganador de los comicios, el actual presidente Alexander Lukashenko, obtuvo el 80 por ciento de los votos, muy por encima de Svetlana Tijanovskaya, quien con apenas el 10,12 por ciento de las boletas es recibida en Europa como si fuera jefa de Estado.

De otro lado, la confrontación en torno al enclave montañoso de Nagorni Karabaj introduce aspectos nuevos como la constatación de la presencia en esos choques de grupos armados extremistas y mercenarios extranjeros. Bakú y Ereván lanzan acusaciones mutuas en ese sentido.

Expertos rusos valoran como peligroso para Rusia que elementos radicales llegaran a esa región, cercana a su frontera, después del esfuerzo titánico de Moscú para eliminar a formaciones terroristas en Siria, en una primera línea de combate contra ese flagelo.

A ello se une la posición activa de Turquía en el diferendo, con promesas de ofrecer ayuda en caso necesario a Azerbaiyán, aunque la dirección de Bakú dio muestras de su disposición al diálogo.

Por último, los disturbios registrados en Kirguistán, tras las elecciones parlamentarias del 4 de octubre, llevaron a la renuncia del máximo dirigente del Parlamento, del primer ministro y, finalmente, del presidente Sooranbai Zheenbekov.

En la llamada tercera revolución kirguisa o acción para sacar por la fuerza al gobierno en el poder, Zheenbekov debió aceptar el nombramiento como jefe de Gobierno de Sadar Zhaparov, quien asumió como mandatario interino.

Zhaparov, quien fue liberado de la cárcel, donde cumplía condena desde 2013 por incitar al desorden y secuestro de un gobernador, planteó como posición invariable de política exterior la alianza estratégica con Rusia, aunque esta suspendió la ayuda económica mientras durara el caos.

LAS ESPINAS DENTRO DEL JARDÍN

Al mismo tiempo que veía crecer espinas en la siembra de estabilidad hecha durante los últimos años en su entorno, Rusia también las vio aparecer dentro de su propio jardín, con una campaña desatada por Occidente con relación al supuesto envenenamiento de Alexei Navalny.

En una intervención en el Club de Discusión Internacional Valdai, una especie de variante rusa de la Conferencia de Munich, el presidente Vladimir Putin explicó la incoherencia y carácter premeditado de la campaña de Occidente contra este país por el caso del bloguero opositor.

Putin recordó que esta persona involucrada en un proceso judicial en Rusia tuvo complicaciones con su salud y fue atendido en hospital de la región de Omsk. La esposa se dirigió a mí, pues su salida de Rusia no estaba permitida por la ley al ser parte de un proceso legal, explicó.

Nosotros permitimos que el procesado viajara a Alemania, como lo solicitaba el gobierno de ese país. Ahora resulta que encontraron rastros de la sustancia Novichok (como se apoda en Occidente a ese neuroparalizante), declaró el jefe de Estado.

Ante el pedido de la justicia nuestra de compartir pruebas de ese caso de presunto envenenamiento para determinar si era necesario abrir un proceso criminal en Rusia, recibimos una respuesta negativa, subrayó.

Sin embargo, los materiales fueron enviados a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) que tampoco fue capaz de confirmar el empleo del Novichok en el caso de Navalny.

Aún cuando nadie, ni siquiera la OPAQ, fue capaz de demostrar un ataque químico contra Navalny, Europa, ahora liderada por Berlín, inició una cruzada contra Rusia por el caso del opositor que amenaza con una ruptura del frágil diálogo existente entre esta nación y Europa.

Ello llevó al ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, a considerar que como las potencias occidentales desconocen cómo desarrollar un diálogo entre iguales con Rusia, quizás sería bueno suspenderlo por un tiempo, hasta tanto comprendan esa necesidad.

De hecho, ahora parece que se evitará el tema, pero al inicio de la campaña antirrusa por el caso de Navalny hubo propuesta, incluso de políticos germanos, de incluir la suspensión de las obras del gasoducto Torrente Norte II dentro de las sanciones a Moscú.

Llama la atención que eso ocurre cuando, antes de iniciarse la pandemia, más de una decena de países europeos se pronunciaron contra la aplicación extraterritorial de disposiciones de Washington para impedir la terminación del citado gasoducto, que lleva gas directo a Alemania.

El caso de Navalny, por otro lado, se suma a una estrategia de presentar a Rusia como un país que amenaza la paz en Europa y por eso es necesario incrementar la presencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte cerca de la frontera rusa.

Algunos especialistas citados por el diario digital Vzgliad, consideran que la abierta acción de Occidente contra el poder constitucional en Belarús busca, de paso, perjudicar la posición del occidental enclave ruso de Kaliningrado, sede de la flota del Báltico.

Kaliningrado, tras la desintegración de la Unión Soviética, quedó separado del resto de Rusia por los territorios de Lituania, Letonia y Estonia, antiguas repúblicas exsoviéticas con costas en el mar Báltico.

Otro aspecto que preocupa a Moscú es el proceso de desarme nuclear. Putin, en una intervención en el Club Valdai, reiteró su propuesta de prorrogar sin condiciones previas el Start-3 por un año y dedicar ese tiempo a discutir aspectos, incluso fuera de esa avenencia.

Putin admitió que podría incluir en las pláticas a armamentos y medios de combate creados por Rusia como respuesta al intento de Estados Unidos de un sistema global de defensa antimisil que pone en riesgo la paridad estratégica entre Moscú y Washington.

El mandatario aclaró que la participación de China en las citadas conversaciones es una decisión soberana de Beijing, aunque esta opina que un Estado con un arsenal nuclear dos veces menor al de Rusia y Estados Unidos, solo podría constatar su desventaja en las negociaciones.

El mandatario ruso propuso incluir en las futuras negociaciones a países como Francia, Reino Unido e, incluso, a una nación que niega oficialmente contar con ojivas nucleares, en referencia a Israel.

Al mismo tiempo, Rusia denuncia que la realización de maniobras por Estados Unidos para el empleo de las llamadas bombas atómicas tácticas con países europeos que carecen de estatus de potencia atómica, es una violación del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Lo cierto es que Occidente intenta crear un campo de espinas alrededor de Rusia, que puede requerir de más esfuerzos en el futuro próximo, sobre todo en el campo político-económico, estiman analistas.

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