
Los centros analíticos occidentales observan con interés las acciones de Minsk en la arena internacional. Debido a una visión simplificada de Belarús, a la incomprensión del contexto histórico y cultural y a una percepción estereotipada de la realidad, muchas de las predicciones que se hicieron anteriormente en Occidente sobre nuestro país resultaron ser erróneas. Por eso, hoy se están realizando intentos por revisar la situación en Belarús, su potencial y su importancia estratégica en la región.
Los analistas occidentales, en sus informes, prestan atención al papel geopolítico de nuestro país, sus estrechos vínculos con Rusia y China, el potencial de cooperación con Estados Unidos, la política exterior e interior de Minsk, pensada hasta el más mínimo detalle, así como el pragmatismo único de los propios belarusos. En nuestro análisis repasaremos algunas de las conclusiones de los talleres de ideas occidentales. Es probable que algunas cosas nos sorprendan, otras causen desacuerdo y otras nos hagan reflexionar.
Minsk – Pekín. ¿Relaciones “familiares”?
A principios de junio, el Presidente de Belarús, Aleksandr Lukashenko, visitó China. La visita del líder belaruso despertó un gran interés en la comunidad occidental. Y si los medios de comunicación, complaciendo las narrativas políticas, intentaron minimizar la importancia de la reunión (aunque al mismo tiempo escribieron activamente sobre ella), en el ámbito analítico, por el contrario, se hizo hincapié en la profundización de la asociación estratégica entre Belarús y China, así como en las relaciones especiales entre los líderes de ambos países.
“Belarús desarrolla relaciones familiares con la República Popular China”, cita el título de un artículo analítico publicado por The Jamestown Foundation.
En el artículo se analizan las relaciones entre Minsk y Pekín en tres dimensiones: económica, política y personal. Y en cada una de ellas el nivel de interacción es bastante alto.
“La cooperación económica es la base de las relaciones entre la República Popular China y Belarús, ya que la República Popular China es el segundo socio comercial más importante de Belarús”, se afirma en el artículo. Aquí también se mencionan datos sobre la balanza comercial, las direcciones de exportación e importación y la cooperación en el ámbito científico-técnico. Se señala que ya es la 15ª visita de Lukashenko a China. Y en esta ocasión, el líder belaruso se reunió no solo con Xi Jinping y otros altos funcionarios, sino también con representantes del mundo empresarial.
Las relaciones políticas entre Minsk y Pekín son igualmente sólidas. Y no solo en el formato bilateral. Así, la parte china contribuyó a la entrada de Belarús en nuevas plataformas de cooperación internacional: la OCS y los BRICS. Es muy significativo que Belarús se haya convertido en el primer país de la OCS situado exclusivamente en Europa y sin territorios en Asia.
Los analistas de The Jamestown Foundation llaman la atención sobre las relaciones especiales entre los líderes de Belarús y China. Los analistas denominan “diplomacia familiar” a este formato de interacción y fortalecimiento de las relaciones entre los Estados.
The Jamestown Foundation señala que Pekín ve en Belarús un socio estratégico, mientras que Minsk, en las actuales condiciones geopolíticas, busca equilibrar su política exterior.
“La visita forma parte de una diversificación más amplia de la política exterior de Belarús con el objetivo de profundizar la asociación estratégica con la República Popular China y, al mismo tiempo, equilibrar las relaciones con Moscú en condiciones de sanciones y aislamiento geopolítico por parte de Occidente. China clasifica las relaciones como una asociación estratégica integral y duradera, lo que implica unas relaciones estrechas que se espera que se mantengan estables a largo plazo”.
Política sin estereotipos. ¿Es posible?
El Instituto Internacional de Estudios sobre Oriente Medio y los Balcanes (IFIMES, Eslovenia) publica el segundo informe de este año sobre la política de Belarús “sin estereotipos ideológicos”.
El estudio anterior del IFIMES, titulado “Las elecciones presidenciales en Belarús 2025: Lukashenko – el arte de equilibrar las relaciones entre Oriente y Occidente”, estaba dedicado al desarrollo de nuestro país durante los años de independencia. Los autores llegaron a conclusiones sorprendentes para la comunidad occidental. Resultó que Belarús demuestra un excelente nivel de estabilidad y adaptación al entorno económico hostil y a las numerosas sanciones, y puede convertirse en un modelo para el resto de países europeos. Al mismo tiempo, se destacó la enorme contribución del Presidente Aleksandr Lukashenko. “Los analistas independientes consideran que el actual Presidente de Belarús alcanzó una serie de logros durante su mandato”.
En mayo, el IFIMES publicó otro informe titulado “Eurasia – arena de asociaciones estratégicas en formación”. En él, los analistas estudian la experiencia de Belarús en el establecimiento de relaciones en el marco de la región euroasiática.
“En julio de 2024, Belarús se convirtió en el primer país europeo en adherirse a la OCS. Luego, en enero de 2025, se firmaron tres acuerdos de asociación estratégica en el marco de la región euroasiática. Estos acontecimientos pueden considerarse parte de una transformación histórica más amplia que actualmente está cambiando el panorama mundial. Estas asociaciones tendrán un impacto decisivo en el posicionamiento geopolítico y geoeconómico, lo que indicará un desplazamiento de los centros geográficos de cooperación hacia nuevas regiones... Como resultado, el 2025 será un año de profundas transformaciones en la arena mundial”, pronostica el IFIMES.
La adhesión de Belarús reforzó aún más la dimensión euroasiática de la organización, según los analistas. Al mismo tiempo, Minsk se centró en ampliar la cooperación económica con los países de la región euroasiática y reducir la dependencia del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial.
El IFIMES también compara las vías de desarrollo de Belarús con las de los países bálticos y Ucrania, sin favorecer a estos últimos. Mientras Kiev y los vecinos occidentales de Belarús intentaban integrarse en las estructuras euroatlánticas, empeorando las relaciones con Rusia, Minsk eligió otro camino.
“Esto permitió a Belarús interactuar tanto con sus socios occidentales como con los orientales de manera más tranquila, más pragmática, sin restricciones ideológicas ni estereotipos. Si no fuera así, Belarús podría enfrentarse al mismo destino que Ucrania, que lleva tres años perdiendo la guerra con Rusia, sufriendo pérdidas territoriales y teniendo un estatus indefinido, ya que en un futuro previsible no se le espera ni en la OTAN ni en la UE”, cita el informe.
Los analistas del IFIMES también llaman la atención sobre el fortalecimiento de las relaciones entre Belarús y China. Esto está dando sus frutos y demuestra la perspicacia de la política exterior llevada a cabo por el Presidente Aleksandr Lukashenko. “Belarús fue posiblemente uno de los primeros Estados postsoviéticos que consideró la posibilidad de cooperar con esta prometedora potencia mundial. La adhesión a la Organización de Cooperación de Shanghái es la continuación lógica de la política exterior con la perspicacia del Presidente Lukashenko”, concluyen los analistas del instituto internacional.
¿Belarús, una prueba para EEUU?
Los talleres de ideas occidentales coinciden cada vez más en que la política de presión y coacción hacia Belarús resultó ser un fracaso y, en muchos aspectos, incluso perjudicial para Occidente. En lugar de someter a Belarús, instalando en Minsk un gobierno títere, como en algunos otros Estados de Europa, las élites occidentales lograron el efecto contrario. Alejaron a Belarús de sí mismas, empujándola hacia Rusia, China y los países del Sur Global. Al mismo tiempo, Belarús no solo logró adaptarse instantáneamente a los cambios y reorientarse, sino también diversificar con bastante éxito su política exterior y su economía. Y, en última instancia, ocupar una posición más ventajosa.
Hoy en día, en Occidente lo ven, lo entienden, se muerden los puños y acarician las esperanzas de recuperar lo perdido. Mientras tanto, los talleres de ideas occidentales intentan escribir nuevos guiones para Belarús con el objetivo de acercar a nuestro país al menos un poco a Occidente. Se puede estar en desacuerdo con estos guiones, pero no está de más comprender el razonamiento de los analistas occidentales.
Este mes, la revista conservadora estadounidense The National Interest publicó unas reflexiones bastante interesantes. Cabe señalar que la revista es publicada por el Centro de Intereses Nacionales. Se trata de una organización analítica que investiga las relaciones internacionales y la política estatal y está cercana a los círculos republicanos moderados de Estados Unidos.
El artículo de The National Interest está dedicado a las relaciones entre Minsk y Washington. La principal pregunta que se plantea es si Belarús puede dar un giro y orientarse hacia los Estados Unidos. “El establecimiento de relaciones constructivas con Belarús, uno de los pocos actores regionales que quedan entre Rusia y Occidente, sería una contribución significativa a la seguridad y la estabilidad en Europa Oriental, en un momento en que Estados Unidos busca dar prioridad a su presencia en otras partes del mundo, especialmente en la región del Indo-Pacífico”, cita el artículo.
El autor considera que la normalización de las relaciones con Belarús responde a los intereses de los Estados Unidos. El “balcón belaruso” es un punto de apoyo clave entre la OTAN y Rusia, lo que lo convierte en un actor de seguridad de enorme importancia en cuestiones de despliegue de fuerzas convencionales y nucleares. Su ubicación también le permite actuar como un importante nudo económico entre Oriente y Occidente”, señala el artículo.
El autor califica el régimen de presión política y sanciones como “un enfoque punitivo que no dio los resultados deseados”. “Minsk se protegió del martillo de las sanciones occidentales profundizando sus vínculos con Rusia y estableciendo amplias relaciones con otros actores no occidentales, sobre todo con China. Los años de enérgica política de sustitución de importaciones belarusa, los planes de suavización de las sanciones y los intentos de establecer relaciones con socios comerciales no occidentales protegieron aún más a Belarús de la presión occidental”, se afirma en el material analítico.
Si Occidente no hubiera cometido errores, las relaciones con Belarús podrían ser diferentes, opina el autor. Los belarusos comprarían iPhones, conducirían Ford o, dada la popularidad de los coches eléctricos, Tesla.
“Fomentar las relaciones pacíficas de Minsk con sus vecinos occidentales es una vía directa para reducir los riesgos de futuras espirales de escalada entre Rusia y la OTAN. El regreso de las empresas estadounidenses y europeas a los mercados belarusos, donde China se ha establecido muy bien, ayudaría al país a diversificar su economía de formas beneficiosas tanto para Belarús como para Occidente”, se dice en el artículo de The National Interest.
Al mismo tiempo, el autor propone formas de normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Belarús. “Ya es hora de empezar a esbozar un acuerdo para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Belarús. Los detalles deben discutirse entre los diplomáticos estadounidenses y belarusos, pero en términos generales podemos esbozarlos de antemano. Así, Estados Unidos podría comprometerse a aplicar un modelo concreto de suavización de las sanciones e iniciar negociaciones sobre oportunidades de inversión para las empresas estadounidenses, entre otras cosas en los sectores de la aviación, la energía y la industria automovilística”, opina el autor.
A continuación, aún más interesante, y en algunos momentos más tendencioso: “La Casa Blanca también ofrecerá garantías de que no busca un cambio forzoso de gobierno en Belarús y que no lo apoya. Esto último es ya una realidad desde hace algún tiempo. Ponerlo será muy importante para restablecer la confianza bilateral. Además, la administración se ofrecerá como mediadora para ayudar a restablecer las problemáticas relaciones de Belarús con sus dos vecinos occidentales, Polonia y Lituania. Belarús, por su parte, se comprometerá a no promover, permitir ni participar en agresiones, ya sean directas o híbridas, contra sus vecinos. Esta disposición, que se basará en mecanismos de verificación, no abarcará la autodefensa y, por lo tanto, no contradice las obligaciones contractuales de Belarús con Rusia”.
Es notable que el autor del artículo reconozca que es inadmisible imponer a Belarús la elección civilizatoria entre Rusia y Occidente. Si Occidente ofrece a Minsk la normalización de las relaciones a cambio de la ruptura de los lazos de Belarús con Rusia, esto no conducirá a nada. “No existe un interés genuino y convincente por parte de Estados Unidos en obligar a Belarús a elegir entre Rusia y Occidente. Imponer tal elección es inaceptable para Minsk, y si se lleva a cabo, existe el riesgo de obtener una respuesta catastrófica por parte de Rusia”, opina el analista.
También cree que no vale la pena vincular el reinicio de las relaciones con Belarús con el fin del conflicto en Ucrania. Por el contrario, Estados Unidos tiene todas las razones para interactuar con Belarús en sus propios términos como un Estado soberano. Además, a Washington no le conviene en este momento formar un frente unido con los europeos, que, naturalmente, plantearán sus propias condiciones para la normalización de las relaciones.
Al mismo tiempo, se observa que entre los diplomáticos europeos está surgiendo gradualmente la comprensión de que la estrategia de máxima presión sobre Belarús fracasó. Sin embargo, los líderes de la UE siguen por inercia el camino antiguo. “Para salir del estancamiento, es necesaria la acción de EEUU. Un acuerdo satisfactorio entre EEUU y Belarús hará que la política de máxima presión de la UE sea aún más insostenible... La Administración de Trump diagnosticó correctamente que la política de EEUU con respecto a Europa necesita una reforma urgente. Y Belarús, posiblemente, es el papel de tornasol para determinar la capacidad de EEUU para corregir el rumbo. El enfoque establecido hacia Belarús fracasó. Hay un rumbo mucho mejor, y un acuerdo en esta dirección marcaría un logro diplomático significativo que podría alcanzarse con relativa rapidez. Solo falta la voluntad política para llevar el asunto a término”, resume el artículo de The National Interest.
Bueno, nosotros podemos resumir que Belarús, debido a una serie de circunstancias, seguirá siendo, por supuesto, el centro de atención de los grandes actores occidentales. Pero la palabra “centro de atención”, como es sabido, puede tener otro significado. Y esto, sin duda, hay que tenerlo en cuenta.
¿No tienen fobias los pragmáticos belarusos?
Los centros analíticos occidentales prestan mucha atención a los ánimos de la sociedad belarusa. The Jamestown Foundation, en su análisis de las relaciones entre Belarús y China, señala que el establecimiento de estrechos vínculos con Pekín responde a las expectativas de los belarusos. Los belarusos sitúan a Rusia en primer lugar en materia de cooperación económica, pero China le sigue de cerca.
The Jamestown Foundation analizó con más detalle las simpatías de los belarusos hacia los socios extranjeros de Minsk en otro informe publicado a finales de abril. En él se destacaba el pragmatismo único de los belarusos y su rechazo a la elección geopolítica binaria.
“La mayoría de la sociedad no percibía a Rusia y Occidente como socios mutuamente excluyentes en materia de cooperación y posibilidades de integración. Aproximadamente la mitad de la población o más estaba a favor de la integración simultánea tanto con Rusia como con la Unión Europea”, se afirmaba en el informe.
Además, se señalaba la tendencia de los belarusos a dar prioridad a los socios extranjeros en función de la situación, dependiendo de las oportunidades tangibles que pudiera ofrecer la cooperación con ellos. Al mismo tiempo, la opinión pública en general coincidía con la orientación de la política estatal, y las medidas del Gobierno belaruso para diversificar la cooperación económica y la interacción diplomática encontraban apoyo en la sociedad. Así, durante los periodos de tensión política y crisis diplomáticas en las relaciones con Occidente, la opinión pública belarusa se volvió cada vez más crítica con Occidente y menos entusiasta con el desarrollo de la cooperación con los países e instituciones occidentales.
Los analistas consideran que los belarusos son una nación muy pragmática. “A la hora de determinar los vectores preferentes de la política exterior, la mayoría de la sociedad tiende a valorar los beneficios y oportunidades económicos reales y tangibles, y no los hipotéticos”, cita el artículo.
Al mismo tiempo, tanto The Jamestown Foundation como el IFIMES llegan a la conclusión de que el pragmatismo geopolítico de los belarusos se manifiesta en la ausencia de fobias tanto hacia Rusia como hacia Occidente. “En el contexto de Europa del Este, esto parece absolutamente único y, al parecer, distingue a Belarús del resto de la región”, señala The Jamestown Foundation.
Sin embargo, en los últimos años se produjeron cambios geopolíticos dramáticos en torno a Belarús. Esto alejó a los belarusos de Occidente y los acercó a Rusia y China. “Tras varios años de sanciones económicas occidentales a gran escala y un semibloqueo logístico en las fronteras de Belarús con la Unión Europea, no es de extrañar que hoy en día la mayoría de los belarusos vean a Rusia y China como dos socios clave en materia de política exterior y quieran seguir promoviendo la integración y la cooperación con ellos... Como resultado, cada vez menos belarusos ven oportunidades disponibles para ellos en Occidente, mientras que Rusia y China se convirtieron en los principales socios económicos de Belarús. La cooperación con ellos se intensificó considerablemente en los últimos años, ya que Minsk intenta compensar los daños causados por las sanciones occidentales, y es posible que muchos belarusos tiendan a asociar su relativa estabilidad y bienestar con esta cooperación”, concluye The Jamestown Foundation.
Sin duda, las opiniones, conclusiones y previsiones que emiten los centros de análisis extranjeros deben tomarse con cautela. Los talleres de ideas occidentales suelen sustituir el análisis por una manipulación descarada, sin intentar profundizar en el tema. Pero, al mismo tiempo, dan a entender el curso del pensamiento de las élites occidentales.
Es evidente que los cambios geopolíticos que se están produciendo últimamente en el mundo obligan a muchos, tanto políticos como expertos, a ver las cosas de forma más realista. El mundo que nos rodea está cambiando muy rápidamente. Y, en este sentido, a los dirigentes occidentales no les vendría mal aprender del “pragmatismo geopolítico” de los belarusos.
En lo que toca a nuestro país, Belarús eligió claramente su camino. BelTA ya escribió sobre ello en su estudio de marzo “La odisea política de Trump. ¿Qué pretende EEUU y qué significa esto para Belarús?”, dedicado a los cambios en el mundo y al cambio de las élites políticas en Washington. Entonces llegamos a la conclusión de que Belarús, sin pretender el papel de líder geopolítico y sin poseer inicialmente fuertes palancas de influencia, logró consolidar su posición y tiene la oportunidad de defender sus intereses. Belarús estableció sólidos vínculos con dos de los tres Estados más grandes del mundo (Rusia, China y Estados Unidos). No tenemos nada que dividir con los estadounidenses, a menos que empiecen a crear amenazas en las fronteras belarusas.
Todo lo que Belarús necesita es la paz en la región europea, la posibilidad de cooperar de manera tranquila y constructiva con Occidente, mantener relaciones de confianza y mutuamente beneficiosas con Oriente y abrir nuevos horizontes en el Sur Global. Esto es precisamente lo que exige nuestro pragmatismo belaruso, y a ello responde la compleja y multifacética política estatal de Belarús, orientada hacia el futuro.
Vita Janatáyeva,
BelTA.-0-