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19 Agosto 2025, 17:00

Mapa de Ucrania y llamada a Putin. Resultados de la cumbre de Washington

Foto de Reuters
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El Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reunió con Volodímir Zelenski y los líderes europeos en Washington. La reunión fue precedida por una cumbre bilateral entre los líderes de los Estados Unidos y Rusia en Alaska. El tema central de las negociaciones fue cómo resolver el conflicto ucraniano.

Por el momento, se ha hecho pública muy poca información. Por lo tanto, lo único a partir de lo cual se pueden sacar conclusiones reales sobre el progreso de las negociaciones son los anuncios de las próximas reuniones. Trump anunció precisamente una reunión de este tipo durante la cumbre en Washington. Se trata de negociaciones trilaterales entre Rusia, Estados Unidos y Ucrania. Sin acuerdos sustanciales, decisiones o planes concretos, al menos entre dos de las tres partes, no tendría sentido celebrar una reunión de este tipo. Sin embargo, el Kremlin aún no ha confirmado oficialmente su participación en las negociaciones trilaterales. La respuesta de Moscú a este respecto aportará mayor claridad.

En cuanto a la reunión en Washington, a juzgar por las declaraciones, se debatieron principalmente cuestiones territoriales y garantías de seguridad para Ucrania. Una vez más, todo a puerta cerrada y sin detalles para los medios de comunicación. Antes del inicio de las negociaciones a puerta cerrada entre Trump y Zelenski, se colocó en el Despacho Oval de la Casa Blanca un gran mapa de Ucrania con los territorios controlados por Rusia.

Más tarde, Zelenski declaró que estaba dispuesto a discutir las cuestiones territoriales en una reunión con el Presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin. Zelenski también informó de que los detalles de las garantías de seguridad para Ucrania se elaborarán en un plazo de 10 días. También le gustaría recibir de sus aliados un paquete de ayuda de 90 000 millones de dólares como parte de las garantías de seguridad.
Al mismo tiempo, Trump dejó claro que las garantías de seguridad serán proporcionadas por los países europeos en coordinación con los Estados Unidos. Esta formulación no puede ser casual: la diferencia entre los conceptos “en coordinación” y “a la par” es bastante evidente.

En general, Trump habló ante las cámaras de la forma más evasiva posible y dejó sin respuesta algunas preguntas de los periodistas. Sin embargo, en cuanto a la posible adhesión de Ucrania a la OTAN, el líder estadounidense afirmó categóricamente: “Nunca permitiremos que Ucrania se incorpore a la OTAN”. Como es sabido, esta postura no coincide con la línea de varios miembros europeos de la alianza.

Otra cuestión controvertida, el posible envío de militares europeos y estadounidenses a Ucrania, no se debatió en la cumbre de Washington. Al menos así lo afirmó el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Mientras tanto, en los últimos días, los líderes europeos hablaron mucho en este tema. Entre ellos, el Presidente de Francia, Emmanuel Macron, que calificó el envío de tropas occidentales a Ucrania como uno de los “pilares de las garantías” para Kiev y tenía la intención de debatir esta cuestión en las negociaciones con Trump.

Los líderes europeos volvieron a intentar impulsar en la cumbre de Washington la idea de la necesidad de alcanzar primero un alto el fuego, detener los combates y luego pasar a la preparación de un acuerdo de paz. Como es sabido, Moscú rechaza la propuesta de alto el fuego y quiere pasar directamente al acuerdo. Y Trump dejó claro ayer que comparte la opinión del Kremlin sobre esta cuestión. En concreto, afirmó que el alto el fuego podría dar una ventaja estratégica a una de las partes, permitiéndole reagruparse. Cabe destacar que Zelenski declaró en Washington que no insistiría en la tregua como condición para continuar las negociaciones. Anteriormente, mantenía una postura diferente.
Como se ha señalado anteriormente, el principal resultado de la cumbre fue la declaración de Trump sobre la preparación de una reunión con Putin y Zelenski. Durante la cumbre, el líder estadounidense llamó a su homólogo ruso para deliberar algunos detalles o propuestas que se habían planteado en la reunión con los europeos. Esto parece bastante simbólico, ya que muestra que, en lugar de monólogos egocéntricos, ha llegado el momento del diálogo, y Trump elige en este diálogo el papel de mediador o árbitro, pero en ningún caso el de participante en batallas directas.

“Al término de las reuniones, llamé al Presidente Putin y comencé a preparar una reunión de Putin y Zelenski, cuyo lugar aún está por determinar. Una vez celebrada esta reunión, tendremos conversaciones trilaterales en las que participarán ambos presidentes y yo. Una vez más, quiero señalar que ha sido un paso muy positivo hacia el fin de una guerra que dura ya casi cuatro años”, escribió Trump en la red social Truth Social. También señaló que la cumbre de Alaska le había convencido de que la solución de “cuestiones complejas está al alcance de la mano”.

Más tarde, el canciller alemán, Friedrich Merz, declaró que la reunión de Putin y Zelenski podría tener lugar en dos semanas. Zelenski informó de que la parte rusa había propuesto celebrar primero una reunión bilateral con Ucrania y luego una trilateral con la participación de Estados Unidos. Zelenski está de acuerdo con este formato. Por el momento, no hay comentarios por parte del Kremlin.
Para comprender hacia dónde se dirige la situación y cuáles son los objetivos y las palancas de presión de cada una de las partes, conviene analizar el contexto geopolítico y económico. En este momento, tenemos lo siguiente.

En primer lugar, el ultimato de Trump, que supuso un regalo inesperado para el “partido de la guerra” occidental, no ha surtido efecto. No vamos a hablar ahora de los objetivos de Trump, ya que se ha dicho mucho al respecto. Solo recordaremos que el ultimato suponía la imposición de aranceles draconianos a Rusia y sus socios comerciales en caso de que Moscú se negara a firmar un acuerdo de paz con Kiev antes del 8 de agosto. La administración de Trump no logró presionar ni a Rusia ni a sus principales socios comerciales – India y China. Además, la imposición de aranceles habría significado para Estados Unidos el inicio de una guerra comercial a gran escala con las mayores economías del mundo. Trump se encontró en una situación difícil, pero salió de ella con bastante elegancia, gracias a la cumbre con Putin.

En segundo lugar, fue Rusia la que se encontraba en una posición fuerte en la cumbre en EEUU: económicamente estable, con una ventaja militar y, como demostró la historia del ultimato, con lazos muy fuertes con los países no occidentales más grandes. Se puede suponer que esta posición permite a Moscú presentar su lista de demandas. Pero cabe señalar que el objetivo inicial de Rusia es garantizar su propia seguridad en un contexto en el que el bloque militar de la OTAN se ha acercado a las fronteras rusas. Incluso antes del inicio del conflicto ucraniano, Moscú instó a Occidente a formar una nueva arquitectura de seguridad con garantías para cada una de las partes. Y Rusia sigue insistiendo en ello. Sin embargo, es imposible crear una arquitectura de seguridad sostenible sin tener en cuenta los intereses de todos los participantes del proceso. Por lo tanto, es lógico que el liderazgo ruso proponga compromisos, incluso en la cuestión de proporcionar garantías a Ucrania. Y, obviamente, esto es algo con lo que la administración de Trump está dispuesta a trabajar y promover en las plataformas de negociación con Kiev y los europeos. Al menos las declaraciones del Presidente de EEUU después de la cumbre en Alaska sugieren que Washington finalmente ha escuchado la posición de Moscú y está dispuesto a partir de ella.

Pero, ¿pueden los estadounidenses inhibirse? Esta opción es posible, pero no es la más exitosa para Washington. Aquí hay muchos matices, desde la situación política interna en EEUU, donde los oponentes intentarán usar el fracaso en la vía ucraniana contra Trump, hasta los planes geopolíticos de Washington. Estos últimos, como ya escriben abiertamente los centros analíticos estadounidenses, implican un reagrupamiento de fuerzas con miras a la región del Indo-Pacífico. De ahí las conversaciones sobre una posible reducción del número de tropas estadounidenses en Europa. En tal escenario, es bastante lógico cubrir las espaldas, es decir, poner fin a la guerra subsidiaria de Occidente con Rusia. Cabe señalar que Rusia representa un interés particular para EEUU, tanto en términos de cooperación económica como en términos de construcción de futuras relaciones dentro del triángulo EEUU – Federación de Rusia – China.
Por lo tanto, para Estados Unidos, el papel de mediador entre Rusia, por un lado, y Europa y Kiev, por el otro, aunque no es fácil, es necesario. Y también es único, considerando el hecho de que los estadounidenses, aunque con la antigua administración, desataron esta guerra subsidiaria y ahora salen de ella como pacificadores.

Pero, ¿qué puede hacer entonces EEUU para una resolución pacífica del conflicto? En realidad, mucho. Y no se trata solo del conflicto ucraniano. Se trata de la confrontación de Occidente con Rusia. Los últimos acontecimientos han demostrado que Washington tiene muchas más palancas de presión sobre Kiev y las élites europeas que sobre Rusia, China o India. Sin ayuda financiera y militar, sin imágenes satelitales y datos de inteligencia, el Ejército ucraniano quedaría paralizado. Por supuesto, esto promete un avance a gran escala de las tropas rusas, lo que, de nuevo, no interesa a Washington. Pero en el arsenal de Trump todavía hay aranceles, sanciones, instrumentos de presión política y diplomática tanto sobre Kiev como sobre aquellos que quieren luchar en Europa. Hace un par de meses, Trump reaccionó de forma bastante agresiva a las declaraciones de Moscú que ponían en duda la legitimidad de Zelenski. Y en la cumbre de ayer, Trump ya ironizó muy sutilmente sobre las elecciones en Ucrania, sugiriendo que en EEUU también se cancelaran las elecciones presidenciales dentro de 3,5 años debido al conflicto militar. Trump tiene su propio conjunto de métodos de persuasión, y sin duda los utilizará.

Pero hay otra parte en este conflicto que no tiene una posición fuerte, pero que intenta poner obstáculos. Se trata de Europa. Más concretamente, del “partido de la guerra” europeo, representado por Macron, Merz, el primer ministro británico Keir Starmer y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. También se podría incluir aquí al primer ministro polaco, Donald Tusk. Sin embargo, Varsovia ha sido dejada de lado cada vez más últimamente. Ni siquiera invitaron a los polacos a Washington, lo que provocó un escándalo en el olimpo político de Polonia, y los politólogos polacos declararon la marginación de su país.
En general, toda esta compañía está interesada en seguir luchando. Cada uno tiene sus propias razones. Algunos sueñan con debilitar a Rusia, otros esperan repartir el presupuesto de la UE asignado a la militarización, a algunos les asusta la idea de que, una vez terminado el conflicto, el énfasis se desplace hacia los problemas internos, y hay que reconocer que antes de la guerra la vida de los europeos y el estado de la economía europea eran mucho mejores que ahora. Además, los líderes europeos temen que Estados Unidos pueda reducir su presencia militar en el continente. En ese caso, realmente tendrían que destinar dinero a fortalecer la defensa, y no a sus propios bolsillos.

Para las élites europeas, la opción preferida es devolver a Trump a su propio ultimato, preferiblemente arrastrando a EEUU a una guerra comercial global. Con tal escenario, también se pueden obtener beneficios comerciales para ellos mismos, ya que los estadounidenses no lucharán económicamente en todos los frentes a la vez. Pero para poner a Trump en contra de Rusia, es necesario crear condiciones en las que las chispas salten. Una opción es convencer a Trump de que apoye ideas para resolver la crisis ucraniana que Moscú rechazaría categóricamente. Se trata de la entrada de tropas de la OTAN en el territorio ucraniano, la transformación de Ucrania, en palabras de von der Leyen, en un “puercoespín de acero” armado hasta los dientes, el derecho de Ucrania a unirse a la OTAN... Todas estas ideas se están escuchando ahora. Y tienen un solo objetivo: frustrar el proceso de negociación, culpando a Rusia. Sin embargo, Trump, obviamente, no es de los que se dejan llevar. Además, ya ha probado la táctica de los ultimatos y entiende con quién funciona y con quién rebota.
El primer ministro polaco, Tusk, observando todo el espectáculo desde un lado, llegó a la conclusión de que el juego por el futuro de Ucrania ha entrado en una etapa decisiva. Al parecer, para Tusk y sus colegas occidentales, la situación en Ucrania y la muerte diaria de personas parece ser solo un juego. Pero el tiempo para los juegos realmente se está acabando. Es hora de volver a la realidad, volver a la paz, por difícil que sea.

Vita Janatáyeva,
Fotos de Reuters,
BelTA.-0-

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